Salud y medicina

El tiempo se acelera

Vivimos en un mundo que va demasiado deprisa. Muchas personas se han habituado a llevar un ritmo de vida inadecuado y viven en un estado de ansiedad permanente como si fuese su estado natural.

Vamos por la vida a alta velocidad y ya no nos damos cuenta. El exceso de información, de responsabilidades, de actividades, la falta o la mala gestión del tiempo, los conflictos afectivos… Todo contribuye a incrementar los niveles de nerviosismo y de ansiedad, y a minar nuestras defensas. Crece el sentimiento de culpa, de autoexigencia, el miedo se vuelve irracional, se acentúa la autocrítica, la inseguridad, la sensación de desorganización, los pensamientos obsesivos aumentan…

La ansiedad se puede definir como la emoción que se origina como respuesta de adaptación del organismo ante lo que percibe como una amenaza física o psicológica. Es una reacción normal de alarma ante un peligro potencial. Su razón de ser consiste en cumplir una función de adaptación para dar respuesta a los peligros o a las situaciones inciertas.

La ansiedad se vuelve patológica cuando distorsionamos la realidad y tenemos dificultades para adaptarnos a la situación que estamos viviendo y afrontarla de forma adecuada. Deteriora nuestro rendimiento y nuestra concentración y suele presentar síntomas psicosomáticos como trastornos digestivos, respiratorios o musculares.

Todos hemos experimentado alguna vez cuadros de ansiedad en momentos de peligro, de incertidumbre, de preocupación o ante situaciones que sentimos que nos superan. Se calcula que el 15% de la población sufre algún trastorno de ansiedad a lo largo de su vida. Cuando la ansiedad se prolonga en el tiempo puede indicar que la persona esté inmersa en un proceso de estrés.

¿Cómo se manifiesta?

Los trastornos de ansiedad pueden ser muy diferentes de una persona a otra. La forma más común, el trastorno de ansiedad generalizada, se produce por la excitación del sistema nervioso y origina los siguientes síntomas:

  • Tensión en el cuello, omoplatos y espalda.
  • Sensación de nudo en el estómago, incluso náuseas.
  • Sudoración, temblor de manos.
  • Sensación de opresión en el pecho, dificultades para respirar, pulso acelerado.
  • Dificultad para concentrarse.
  • Irritabilidad, alteraciones del sueño.
  • Disminución de la libido, disfunción eréctil.
  • Sensación de cansancio, fatiga.
  • Y, sobre todo, en la mayoría de los casos, sensación de sufrimiento e infelicidad.

Ansiolíticos y antidepresivos

El consumo de benzodiacepinas en España (tranquilizantes y ansiolíticos) aumenta cada año un 7%. Los médicos de cabecera alertan sobre el abuso de estos medicamentos. Se estima que el 2,5% de españoles los consumen de forma regular y, al menos un 15%, de manera esporádica. Siete de cada diez consumidores de estos psicofármacos son mujeres. Su indicación terapéutica, siempre valorada e indicada por un profesional, es para casos de ansiedad aguda. Por tanto, sólo están indicados para el tratamiento de un trastorno intenso que limita la actividad del paciente o lo somete a una situación de estrés importante. A pesar de este aumento, el consumo en los últimos 3-4 años se va ralentizando y ganan terreno los antidepresivos.

La prescripción de antidepresivos, sobre todo inhibidores selectivos de la serotonina como el Prozac, es ahora mucho más frecuente. Según fuentes del Ministerio de Sanidad, en 1995 se recetaron más de 7 millones de cajas de antidepresivos, cifra que se triplicó diez años después, en 2005, con 22 millones de cajas vendidas en España.

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