Salud y medicina

Glaucoma: un proceso de pérdida de la visión

El glaucoma es una enfermedad del nervio óptico producida por un aumento de la presión intraocular que puede llegar a disminuir la visión. El Dr. Luis García Linares, especialista en Oftalmología del Centro Médico Mútua General de Catalunya, nos habla sobre el glaucoma y la importancia de su prevención. 

¿Qué es el glaucoma? El glaucoma es una enfermedad en la que el nervio óptico, el que conecta el ojo con el cerebro y transmite la información visual, queda lesionado. Es una patología irreversible y una de las principales causas de ceguera en todo el mundo.

Ocurre normalmente cuando el líquido que se encuentra dentro del ojo (fluido intraocular o humor acuoso) no tiene un correcto drenaje que facilite su absorción hacia el torrente sanguíneo. Esto hace que se produzca una acumulación de líquido que aumenta la presión intraocular (PIO) y acaba dañando el nervio óptico, lo que puede provocar una pérdida de visión.

¿A quién puede afectar? Entre el 1.5% y el 2% de los mayores de 40 años presentan glaucoma, lo que supone una prevalencia alta.

En general, puede afectar a cualquier persona. Aunque normalmente se desarrolla partir de los 40-45 años, en algunos casos puede aparecer antes y estaríamos hablando de un glaucoma juvenil o incluso congénito. La mayoría de estos casos son de origen hereditario y se producen por una anomalía ocular en el nacimiento que provoca un aumento de la presión intraocular (PIO). Es frecuente que estos tipos de glaucoma se presenten dentro de los tres primeros años de vida.

El riesgo de padecer la enfermedad es más alto cuando existen familiares de primer grado que presentan glaucoma. La frecuencia también aumenta con la edad, sobre todo a partir de los 40 años, y se multiplica por siete a partir de los 60 años.

¿Qué síntomas tiene y cómo se detecta? El glaucoma no presenta ningún síntoma, lo que dificulta su detección. Tener la presión alta no se nota y no produce dolor, excepto en casos muy extremos y poco frecuentes. Por este motivo es muy importante realizar una revisión anual, sobre todo a partir de los 40-45 años, para medir la presión ocular y detectar cualquier problema, sobre todo si se tienen antecedentes familiares de glaucoma o se presentan otras enfermedades, como miopía, hipertensión arterial, diabetes mellitus o enfermedades cardiovasculares.

En casos muy avanzados, cuando no se ha realizado ningún tratamiento y la presión intraocular ya ha dañado el nervio óptico, la pérdida de visión empieza a resultar evidente, por lo que el paciente no detecta el problema hasta que la visión está ya muy deteriorada.

¿Qué consecuencias puede tener? Cuando se tiene una presión intraocular alta que no es detectada o no es corregida, con los años y de forma muy lenta, el nervio óptico se va dañando. Como es el que lleva la información visual hacia el cerebro, la visión empieza a perderse: primero de forma periférica, por los lados, y progresivamente se va reduciendo el campo de visión hacia el centro, como si se mirara a través de un túnel. Con el tiempo esta reducción de la visión puede llegar a convertirse en una ceguera total.

¿Tiene tratamiento? El glaucoma tiene tratamiento, pero sobre todo tiene prevención. Lo más importante para no acabar con una pérdida importante o total de visión sería detectar esta situación de riesgo: la presión intraocular alta.

La mayoría de los tratamientos del glaucoma están enfocados a aumentar el drenaje y, en algunos casos, disminuir la producción de fluido intraocular o humor acuoso. Se puede realizar un tratamiento médico-farmacológico con colirios que bajan la presión. En la mayoría de casos es suficiente para frenar o impedir que el nervio óptico quede afectado.

En casos más avanzados o cuando ya se empieza a tener alguna repercusión visual, además de los colirios, existen tratamientos con láser, muy seguros y que se realizan en ambulatorio. También hay tratamiento quirúrgico y un abanico importante de técnicas que podemos aplicar para evitar una situación de ceguera del paciente. Hoy en día y gracias a estos avances podemos controlar la inmensa mayoría de casos, siempre y cuando haya una detección precoz de esta presión intraocular.