Hijos

El síndrome del nido vacío: cómo sobrellevar que tus hijos se vayan

Si estás triste, deprimida y apática, ahora que tus hijos se han ido de casa, piensa que no eres la única. Sin llegar a ser un trastorno clínico, el “síndrome del nido vacío” describe los síntomas, muy reales, de pérdida y pena que los padres pueden experimentar cuando los niños abandonan el hogar familiar y ya no necesitan diariamente a los padres. Incluso si te llena de satisfacción verlos embarcarse en su propia vida, la transición puede ser difícil.

A continuación te contamos de qué otras maneras se manifiesta el síndrome y qué hay en tu mano para suavizarlo.

Qué es el síndrome del nido vacío

El término describe la soledad, pena y dolor, así como el sentimiento de quedarse atrás cuando los hijos dejan el hogar familiar. Ya sea porque se van compartiendo piso con amigos, porque tienen pareja y se van a vivir juntos o porque deciden ya formar su propia familia, la realidad es que el hecho escueto puede tener un serio impacto emocional en los padres.

Puedes haberlo pasado la primera vez que los niños se fueron. Y una segunda vez si, por ejemplo, durante el confinamiento volvieron a tu casa, para volver a irse cuando acabó.

Por qué se produce

Como regla general, como padres, montamos nuestras vidas alrededor de los hijos; o, al menos, son el primer factor condicionante de la vida. Sus horarios, el lavado de ropa, las comidas, dar prioridad a sus necesidades poniendo las nuestras donde podamos… El hecho de ser padres conlleva tal intensidad, que cuando los niños vuelan sin nosotros es inevitable que tengamos una sensación de abandono, tras todos esos años…

Sabemos los peligros y las tentaciones que les esperan ahí fuera. La pérdida de la interacción diaria y de la constante presencia de nuestros descendientes puede hacerte sentir inútil.

Qué sentimientos genera el síndrome

Puede causar síntomas tanto emocionales como físicos. Es hasta cierto punto parecido al duelo por la pérdida de un ser querido, por lo que puede generar:

  • Insomnio
  • Falta de apetito
  • Tristeza incontenible
  • Náuseas.

Todo ello es normal. Tienes que darte tiempo para “llorar la pérdida”, no un rato de llanto que te consuele brevemente, sino hasta que ese hito se asiente definitivamente en tu vida. Como con cualquier evento traumático, tienes que sentarte y lamerte las heridas. Acepta estos sentimientos de tristeza. La relación padres/hijos entra en una nueva etapa y requiere tiempo para aceptar la nueva normalidad.

Habéis hecho lo que habéis podido, como padres, y les habéis preparado para la edad adulta. Tienes que tener fe en tu actitud con ellos, pensando que has hecho el trabajo lo mejor que has sabido. Ahora ellos deben demostrar que han asimilado tus lecciones y pueden ser independientes.

Debes aceptar que los hijos te van a necesitar de otra forma, una vez fuera de casa. La vida tiene sus altibajos, como nosotros, nuestras relaciones y nuestras necesidades. La vida es una constante evolución cambiante.

Cómo sobrellevar el síndrome

La mejor forma es prepararse para ello. Como norma, no se va a ir de la noche a la mañana, sino que lo anunciará con tiempo. Aprovecha ese tiempo para concienciarte.

Ponte en marcha mientras tus hijos están aún en casa. Tómalo como una oportunidad y plantéate hacer aquello que la paternidad te obligó a dejar de lado: tus viejas aficiones y hobbies.

La paternidad es muy intensa y debes realmente intentar conectar con tu fuero interno. Encuentra algo que te funcione. Si siempre has querido intentar algo, pero tu responsabilidad no te ha dejado, es el momento. Dicen que son necesarios 28 días para cambiar una costumbre, o sea que persevera. Aprende un instrumento musical, apúntate a clases de pintura o haz una nueva forma de ejercicio. Establece reuniones con amigos, márcate nuevas rutinas, de modo que tengas una buena base estas primeras semanas y meses.

Recuerda además que llenar tu tiempo con cosas nuevas te proporcionará mucho de qué hablar cuando veas a tus hijos o hables por teléfono con ellos. Les gustará saber que estás bien, y les dará ánimo. Los hijos pueden no oír lo que decimos, pero siempre miran lo que hacemos.

No mires tu casa como un lugar vacío, sino como un espacio de calma y serenidad. No hay nada malo en el pensamiento “¡por fin la casa en paz!” Hasta tus hijos, cuando os visiten, estarán de acuerdo.

Cómo seguir conectado con los hijos

Ten presente que la relación con tu hijo no se acaba cuando abandona el hogar: cambia, simplemente. Te damos algunas ideas para que sigas en contacto él, o con ella.

  • Ábrete a él

Ten una charla sobre la mudanza y la manera que ésta ha afectado a vuestra relación. Debe saber la importancia que tiene para ti el mantener contacto regularmente.

  • Convierte tu casa en su refugio

Dile bien claro que, sin importar lo que pase, ni los porqués, siempre tendrá tu casa a su disposición si las cosas no le van bien… y que no le recriminarás en absoluto lo que podrías pensar que fue una marcha prematura. Todos necesitamos un lugar seguro en nuestras vidas. Podrías no hacer demasiados cambios en su cuarto, de modo que cuando llegue piense “estoy en casa”.

  • Déjale equivocarse

Déjale que aprenda de sus propios errores. No te quepa duda de que los cometerá, a pesar de que tú los hayas visto venir. La experiencia ajena sirve, generalmente, de poco. Y no olvides escucharle sin comentarios ácidos o recriminatorios. No le hagas sentirse culpable.

  • Acepta que ahora tienen mucho que hacer

Sobre todo, no le reproches que se olvide de llamarte. Lo más probable es que tenga un nivel de actividad frenético, de modo que no le hagas sentirse culpable. Acuérdate de tus comienzos, en que no mirabas hacia atrás sino hacia adelante. ¡Se llama “vivir” y es consecuencia de haberles dado alas!