

Salud y medicina
Cuando el ataque al corazón no provoca síntomas
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Una crisis cardíaca (o ataque al corazón, más coloquialmente) es, comprensiblemente, una experiencia traumática y es frecuente que quienes lo padecen -y sobreviven a él- sufran de ansiedad, o estrés postraumático.
Sorprendentemente, un ataque al corazón puede no notarse. De hecho, según algunos estudios, hasta uno de cada cinco ataques al corazón pasan por completo desapercibidos por quienes lo padecen. Es relativamente frecuente, pues, que el ataque aparezca en un electrocardiograma como un hallazgo casual en una visita rutinaria al cardiólogo.

La interpretación de ciertos síntomas
La creencia general es que la crisis cardíaca produce dolor en el pecho, sudor frío y falta de aire (disnea). Y, en realidad, se puede manifestar de muchas maneras. Las pacientes que lo sufren pueden pensar en indigestión, náuseas o simplemente confundir los síntomas con los de una enfermedad pre-existente.
Por ejemplo, los diabéticos pueden, con el tiempo, sufrir daños neurológicos (en términos médicos neuropatía diabética) que pueden afectar a la percepción del dolor, volviéndolos más proclives a, en caso de ataque, no percibir ningún síntoma.
Mi umbral del dolor es alto: ¿tengo más riesgos?
La estadounidense American Heart Association (AHA) opina que podría haber una asociación entre la tolerancia alta al dolor y los ataques asintomáticos.
Un estudio publicado por dicha asociación investigó a más de 4.800 adultos a quienes se sometió a pruebas de estrés con frío (o estimulación por frío) y a electrocardiogramas. Los resultados mostraban que quienes habían padecido, sin identificarlo, una crisis cardíaca sin síntomas, soportaron la prueba del frío significativamente más tiempo que los que había reconocido los síntomas.
Más prevalente en mujeres
El estudio mencionado también mostró que los ataques no identificados son más frecuentes en mujeres, en razón del 75% comparado con el 58%. La razón puede estar en algo tan simple como la creencia popular de que las mujeres “no tienen infartos”.
Y el error de esta creencia es mayúsculo: los ataques al corazón -y, en general, las enfermedades coronarias- causan la muerte a más del doble de lo que lo hace el temido cáncer de mama, por ejemplo.
Cómo se detecta
Un simple electrocardiograma puede mostrar una crisis cardíaca pasada. Otra prueba, el ecocardiograma, mostrará las áreas del músculo (el corazón en un músculo, el músculo cardíaco) que haya podido quedar afectadas o dañadas.
Si estas pruebas muestran signos de episodios previos, el médico podrá plantear nuevas pruebas, incluyendo una angiografía de las arterias coronarias (coloquialmente, un cateterismo) para identificar posibles estrechamientos u oclusiones de dichas arterias, que son las que riegan el corazón.
Si ya has padecido un ataque, será necesario, en cualquier caso, estar atento a cualquier síntoma anormal. Lo ideal es que, de acuerdo con tu médico, planteéis chequeos periódicos para controlar la salud cardíaca.
¿Se puede prevenir?
No hay una estrategia de prevención específica para el ataque asintomático: es la misma estrategia usada para prevenir en ataque “tradicional”. Básicamente, seguir un estilo de vida sano, incluyendo la práctica regular de ejercicio.
En este blog hay muchos artículos acerca de lo que es una “vida sana”. De una manera simple, debe suprimirse por completo el fumar, beber alcohol en exceso y comer platos con grasas saturadas (grasas animales fundamentalmente).
Lo que sí contempla la vida sana es hacer ejercicio regularmente: la Organización Mundial de la Salud, OMS, recomienda que a partir de la adolescencia, se efectúe entre 150 y 300 minutos semanales de ejercicio entre moderado y fuerte. Igualmente, sugiere la ley del cinco: comer a diario 5 piezas de fruta o porciones de verdura, equivalentes a 400 gramos.
Una persona que ha sufrido un ataque al corazón debe ser consciente de que el riesgo de que se repita es mayor que en quien no lo ha sufrido nunca. Es habitual que quien ya ha pasado por ello piense eso, que es “agua pasada”, un episodio aislado y que ya está curado.
Pero la realidad es muy otra y, aunque haya superado con éxito el ataque, seguirá siendo toda la vida un cardiópata: o sea, un paciente de enfermedad cardíaca.